José Acosta y la ropa china

En su última visita a China, el ministro de Industria José Manuel Soria fue abordado por un joven canario que se identificó como José Acosta, de Tenerife. Acosta lleva ya tiempo en China, adonde llegó con casi 24 años –ahora debe tener 32 ó 33– para trabajar como modelo. Allí se convirtió en la imagen de firmas como Pierre Cardin hasta que decidió crear su propia compañía de vestuario masculino. Hoy, Acosta ha conseguido lo que hasta hace poco nos hubiera parecido rizar el rizo: vende trajes masculinos a los chinos fabricados en Granada.

La historia del éxito de Acosta en China es conocida. Pablo M. Díez, corresponsal de Abc en Pekín, le dedicó una larga entrada en su blog cuando presentó su colección otoño-invierno 2013 en uno de los clubes más chic de la capital china. Pero lo que le ha sorprendido a Soria es que los talleres de Acosta estén hoy en Granada, España.

¿Qué ha ocurrido para que el reino de la mano de obra barata, el ejemplo que los sindicatos y políticos de izquierda utilizan para denostar cualquier reforma en favor de la flexibilidad laboral, sea puesto en cuestión por unos trabajadores de Granada?

La razón es que los fenómenos económicos tienden a cierto equilibrio vistos en el largo plazo. Los salarios del sector privado en China aumentaron un 17,1% en 2012 hasta llegar a 3.640 euros de media, según los datos de la Oficina Nacional de Estadística china. Las remuneraciones reales, descontada la inflación, subieron más del 14%. Ya en 2011 la subida había sido del 18,3%.

No es extraño que la propia Organización Internacional del Trabajo (OIT) certifique que la primera década del siglo los salarios en China se han más que triplicado. «Los salarios urbanos se incrementaron en promedio a tasas anuales de dos dígitos durante toda la década», asegura Sangheon Lee, uno de los autores del Informe Mundial sobre Salarios 2012/13 de la OIT.

El aumento de los salarios va en línea con la expansión de la demanda interna a la que se comprometieron los dirigentes chinos hace tres años cuando los países occidentales pidieron que se devaluara el yuan. China está cumpliendo su parte, ha cedido competitividad y el gasto se ha desplazado a su economía interna. Los chinos consumen más porque han acumulado enormes superávit que les permiten financiar este gasto. Eso posibilita que sea más barato producir determinados productos, como los trajes de José Acosta, en Granada en lugar de hacerlo en un taller de Shanghai.

Es lo mismo que ocurre cuando la inversión extranjera inunda un país. Tarde o temprano su balanza comercial presentará déficit, porque, como explicaba Paul Krugman en los años 90, la llegada de dinero fresco hará subir los precios de los bienes y servicios y los nacionales de ese país encontrarán que es más barato importar las cosas o salir fuera a gastarse el dinero. Hoy, en España se trabaja como trabajaban los chinos hasta hace unos años. Si confundimos lo que sucede con lo que debe ocurrir, nos pueden dar las uvas discutiendo. Entre tanto, José Acosta y su esposa se hacen ricos en China.

john.muller@elmundo.es